Hay veces como hoy que siento la necesidad imperiosa,
fuerte, de volver a ti… como si mi vida dependiera de ello…
Volver a tus calles de pueblo serrano, perdido en el
tiempo… volver a la vieja casa de la antigua quinta, donde el tiempo se diluía
hasta desvanecerse, donde podía perderme del mundo, volverme una silenciosa
sombra entre sus paredes de quincha y humedad…
Donde podía llorar hasta agotar el llanto, y después
contemplar sus techos altos, y sentirme protegida por la penumbra de mi
habitación, con la sola luz que entraba por aquél tragaluz del techo, mientras
Billie Holiday cantaba triste y cansada, y mi gato se acurrucaba sobre mi
pecho, ronroneaba y acariciaba mi mejilla con sus suaves patas… adivinando mi
necesidad, con aquella sabiduría que sólo los gatos tienen…
Y después, al atardecer, salir de nuevo a la calle,
y caminar rumbo al Puente, entrar al café junto a éste, perderme de nuevo en
mis pensamientos, en la contemplación de las espirales de humo de mi cigarro,
en el sabor agradable del café pasado, allí encaramada en el mostrador… mirando
el viejo piano en el rincón, solitario, ignorado, seguramente soñando con el
esplendor de las fiestas de antaño en alguna antigua casa señorial… y luego
caminar lentamente bajo el puente, llegar hasta el mirador, sentir el mar en la
piel y el corazón…
Y entonces, ya cansada de caminar, regresar a la
quinta, sonreir al ver al anticuchero, a la señora con su carrito de sánguches,
al emolientero, siempre allí, en la misma esquina, eternos… y probar un
emoliente calientito “con todo, por favor”… escuchar a la banda del colegio de
al lado practicar sus solemnes y marciales melodías, con sus viejos y
desafinados instrumentos y su sonido de retreta dominical… detenerme por un
momento a conversar con algún vecino, comprar el pan en la panadería de la
esquina, y volver a mi casa, a mi gato recibiéndome contento, sobando su lomo
contra mis piernas… volver a mi amada soledad…
A veces como hoy, en que la tristeza y la soledad
calan tan hondo y no hay lugar donde escaparse, te necesito tanto, mi hermoso,
melancólico y mágico Barranco…